Para leer la nota original (en inglés):
http://www.theguardian.com/cities/2015/apr/08/la-plata-cathedral-argentina-history-cities-50-buildings
La catedral de La Plata, núcleo de una nueva ciudad: una historia de las ciudades en 50 edificios, día 11
por Drew Reed
(trad. Natalia Bustelo)
The Guardian, miércoles 8 de abril de 2015
En el corazón de La Plata, ciudad construida a medida, la catedral gótica surgió del conflicto político para reflejar la separación de la iglesia y el estado en una metrópolis moderna.
La catedral gótica de La Plata, reminiscencia
de la catedral de Colonia. Fotografía de Norberto Luria/Demotix/corbis.
En
1880, la Argentina estaba atravesando un periodo político particularmente
turbulento. Las provincias del interior, recelosas de la posición que ocupaba
la ciudad de Buenos Aires como capital federal y capital de la opulenta
provincia de Buenos Aires, buscaron mudar la sede del gobierno nacional al
interior del país, pero se toparon con la resistencia de intereses poderosos.
Finalmente, los políticos argentinos
lograron un compromiso: dejar a Buenos Aires como la capital federal pero
separarla de la provincia como un distrito autónomo. Aunque el plan buscó
ponerle fin al prolongado conflicto, su aplicación se veía complicada por el
hecho de que no existía otra ciudad suficientemente grande como para convertirse
en la capital provincial ¿La solución? Construir una nueva ciudad desde cero.
La selección del lugar recayó en el
gobernador provincial Dardo Rocha, quien contrató al ingeniero Pedro Benoit.
Éstos untos eligieron una ubicación a unos sesenta kilómetros al sudeste de la
ciudad de Buenos Aires, justo lo suficientemente alejada como para dar a la
nueva metrópolis su propia identidad.
A diferencia de su vecina Buenos
Aires, cuyo diseño urbano curvo es difícil de clasificar, la ciudad de Benoit,
La Plata, sería una cuadrícula perfecta de 36 por 36 manzanas. Para agilizar el
tráfico, cada seis manzanas las calles serían ensanchadas en avenidas y la
intersección de las avenidas se reservaría para plazas y rotondas. Cortando esa
cuadrícula habría dos diagonales centrales, que surgirían de las esquinas de la
grilla y convergerían en el centro absoluto de la ciudad. Allí se previó una
gran plaza pública que sería el núcleo de la vida cívica. Y en su corazón,
Benoit planeó como una piedra de toque el punto de referencia de la ciudad, la
catedral de La Plata, que sería coronada con dos imponentes agujas góticas.
Plano de la cuadrícula de La
Plata
El
imponentes diseño gótico de la catedral fue elegido por Rocha, quien lo
consideraba como la más pura expresión de la voluntad divina. Según Eduardo
Karakachoff, un miembro de Defendamos La Plata, la catedral fue
ubicada en el centro de la ciudad porque la religión ocupaba un rol central en
la vida pública. “Simbolizó la creencia de que todos los miembros de la
sociedad estaban igualmente cerca de Dios”, dice Karakachoff.
El plan maestro de La Plata marcó un
cambio significativo en la planificación urbana de la Argentina. Mientras que
la construcción de las ciudades anteriores se había regido por las
Leyes de Indias de la corona español, la planificación de
Benoit reflejó una posición más secular hacia el gobierno. La catedral fue
emplazada en la plaza central del lado opuesto al de los edificios de gobierno
de la nueva capital, en reconocimiento a la separación de iglesia y estado, que
buscaba promover una adecuada distribución de roles entre ellos.
Iniciadas
las obras de la nueva ciudad en 1882, rápidamente se completó la construcción
de las calles y de los edificios de gobierno. El progreso de la catedral, en
cambio, fue mucho más gradual. Además del complejo diseño
que dificultaba la construcción, el proyecto fue demorado en 1884 por la
recesión y la crisis política. Cuando finalmente se inauguró
la catedral, casi 50 años más tarde, en 1932, le faltaba uno de sus rasgos
clave: las características agujas. Para muchos, parecía
que el plan original de Benoit nunca llegaría a ser una realidad.
Por entonces la ciudad misma
enfrentaba una crisis similar. Después del optimismo inicial de la década
del '80, la construcción había decaído. Aunque con el
tendido completo de electricidad y agua corriente la nueva ciudad fue
considerada una maravilla tecnológica, su falta de población permanente hizo
que muchos la vieran como una descomunal ciudad fantasma. En 1890, el visitante
francés Thèodore Childe remarcó: “La ciudad tiene todo excepto habitantes y una
razón para existir”.
A pesar de los esfuerzos posteriores
por revitalizarla, como la construcción de una nueva universidad en 1905, La
Plata recién pudo cambiar esa reputación entrado el siglo XX. Durante la
segunda mitad de ese siglo, con la construcción de la nueva capital de Brasil,
Brasilia, La Plata dejó de ser la más notable ciudad de Sudamérica
preminentemente planeada. Por su gran escala y seguimiento fiel de los
principios de planificación urbana de Le Corbusier y su protegido brasileño
Oscar Niemeyer, Brasilia ganó rápidamente un reconocimiento internacional como
el futuro del diseño urbano. Pese a la atención internacional que había
suscitado en su momento -incluyendo dos medallas de oro en la Exposición
Universal de París de 1889- La Plata, con su diseño más amigable a los
peatones, parecía entonces una reliquia de una época remota.
La catedral en construcción en 1910. Las
agujas no fueron terminadas hasta la década del noventa. Fotografía: Alinari
Archives/Getty Images
Pero La Plata tendría un
renacimiento, que comenzó de una manera dramática. En 1987 tuvo que
interrumpirse un acto político preparado frente a la Catedral de La Plata
porque una gran hoja de vidrio cayó desde el edificio y destrozó la silla que
había ocupado el gobernador de Buenos Aires apenas unos segundos antes . Ello
generó la voluntad política no sólo de reparar la deteriorada catedral, sino
también de construir las agujas que el creador de la ciudad había proyectado
hacía casi cien años. La construcción comenzó en 1997 y en 1999 la catedral
finalmente fue inaugurada con sus agujas ante una multitud de 150.000 personas.
Para entonces, la ciudad misma había
madurado hasta convertirse en una metrópolis con una cultura distintiva. Los
platenses de hoy están orgullosos de su identidad de respetuosos, cultos y
amantes de la diversión, si bien un poco menos expansivos que sus vecinos
porteños.
Si en sus inicios La Plata tuvo
problemas para atraer nuevos habitantes, actualmente quizá tenga más de los que
puede albergar y muchas de las construcciones originales están siendo
reemplazadas por altos edificios, construidos frecuentemente sin una adecuada
consideración del drenaje. En este momento, la más amenazada no es la catedral
sino muchos de los otros edificios históricos de la ciudad. Además, se acaba de
desmontar una gran proporción del bosque de eucaliptus, que Dardo Rocha
insistió en conservar durante la creación de la ciudad, para abrir paso a un
estadio de futbol privado.
Defendamos La Plata se ha
erigido en la principal asociación promotora de la preservación de la herencia
de la ciudad. Karakachoff dice que el desarrollo ha quedado “completamente
fuera de control” desde que en el 2010 se introdujo un nuevo código urbano. En
abril de 2013, tres años después de la aprobación de ese código sumamente
permisivo para la construcción, La Plata fue sacudida por una inundacióndevastadora cuya cifra de muertos habría alcanzado finalmente las 89 personas.
Las autoridades de la ciudad sostienen que el desastre no podía haberse evitado
ya que las lluvias fueron intensas. Pero Defendamos La Plata y otras
asociaciones creen que el desarrollo desenfrenado, especialmente en el casco
histórico de La Plata, representa una carga innecesaria sobre el sistema de
drenaje de la ciudad.
A pesar de que la condición de
monumento de la catedral hace improbable que alguna vez sea demolida, su
posición y visibilidad en toda la ciudad podría estar amenazada si las
construcciones de baja altura que la rodean son reemplazadas por rascacielos.
Quizás la pelea por la preservación
del pasado de La Plata habría sido más fácil si la ciudad hubiera tenido el
mismo reconocimiento internacional que su rival, Brasilia. La capital
modernista de Brasil consiguió fácilmente el reconocimiento de la Unesco comoun patrimonio histórico de la humanidad, mientras que los preservacionistas han
luchado durante décadas para que La Plata consiguiera ese estatus. Desde marzo
de 2015 tiene otra posibilidad, pero ahora tiene un adversario inesperado: la
propia municipalidad de la ciudad.
“La administración municipal con
distintas medidas ha bloqueado el esfuerzo platense por convertir a La Plata en
patrimonio histórico de la humanidad” dice Karakachoff. “ya que ese
reconocimiento hubiera puesto un límite real a sus amigos especuladores.” En
2012 Defendamos La Plata logró que la ciudad fuera reconocida por la WorldMonuments Fund (WMF) y, aunque ello ayudó a difundir la prédica, no ofreció la
misma protección concreta que la Unesco.
Si bien su futuro es incierto, La
Plata conserva su encanto. Mientras algunas ciudades planificadas como Brasilia
sólo tienen sentido en el tablero del arquitecto, las calles de La Plata están
llenas de peatones, mesas de café y tiendas de ropa, zapatos y libros. Quizás
esta ciudad sea un mejor lugar para vivir porque falló en su intento de ser la
ciudad del futuro, mientras que la estéril Brasilia lo logró.
O quizás sea porque la visión del futuro de Benoit -un plan
de ciudad moderna que, sin embargo, incluía una catedral gótica en su centro-
dejaba un amplio espacio para el pasado.
Agradecemos a Natalia Bustelo por la traducción de este artículo
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